La nueva esclavitud es la mental

Por Rafael Sabini

Cada vez me convenzo más de lo injusto de este sistema en el cual estamos inmersos y del cual somos parte hasta la médula. Un sistema donde manda el capital por sobre el ser humano. La mano de obra en comparación con la rentabilidad “no existe”. Los políticos hacen carrera argumentando buscar un mundo mejor cuando en definitiva lo único que pueden llegar a lograr es tener un bolsillo mejor. Así elegimos cada tanto quién va a hacer carrera en ascenso social porque promete mejor. Y ese ascenso de ellos lo pagamos todos los laburantes.
Porque el impuesto no es un estorbo para el que tiene mucho, porque sabe cómo evadir, perdón, eludir. Los que evadimos somos los trabajadores. Juegos de semántica, ésa es la práctica de la carrera política, los expertos en retórica (o retorcidórica). Ayer veía en la tv -La Liga- cómo funcionarios explicaban que la contaminación no necesariamente daba cáncer cuando Ronnie Arias les fue a hablar por muchísimos casos de gente que padecen esa enfermedad (y otras) y, oh casualidad- viven frente de unas cuantas fábricas que contaminan a morir. El funcionario aprende la retórica, el rebusque, el enredo en palabras. Mientras, el laburante muere de cáncer en Quilmes, lo rocían los grandes latifundios de soja transgénica con agroquímicos en el Chaco, matándolos o deformando sus descendencias. O en otro caso: una mujer que pesa 25 kilos por no tener ni para comer; según una funcionaria: “la dieta de los indígenas es muy limitada por un tema cultural [Noticias, Canal 26]”. Claro, decir hambre suena mal. Reconocer que están cagando al pueblo de hambre suena re-mal. Reconocer que hay gente que no cobra por su trabajo también suena mal. Y sin embargo, el G.C.B.A. nos debe ocho meses de pauta publicitaria -por lo que tuvimos que salir a pedir dinero prestado- todo porque Telerman despilfarró el dinero nuestro, de los contribuyentes.
Perdón por la digresión; decía que los impuestos los pagamos los que trabajamos. Los grandes capitales cobran subsidios o indultos de deudas, porque “dan trabajo”. Y no entienden que nosotros no es que querríamos trabajo, queremos dinero. El tema es que los grandes capitales mantienen la imagen de libertad y de elección, mantienen el supuesto status quo, mantienen el continuo saqueo. Pero con el esfuerzo de los oprimidos, porque en el fondo somos los trabajadores los que mantenemos este sistema que nos oprime. El impuesto, ese invento de Robin Hood prendió, pero al revés. Con la idea de que le sacan más a los que más tienen nos siguen enganchando para que nosotros garpemos su festín. Es todo verso. El gran capital tiene mil maneras de evadir, eludir o si prefieren un término más futbolístico, gambetear, elijan el sinónimo que prefieran. Y esos métodos se llaman buenos contadores, coimas, fundaciones, sociedades anónimas, presiones, etcétera.
Encima, como si fuera poco, lo que ya nos exprimen quieren más y crean inflaciones y crisis terribles que hacen tambalear al que menos tiene. Y a esta altura ya todos sabemos que las crisis benefician al capital, al capitalista, al propietario de grandes movimientos financieros, pero jamás al laburante o al ciudadano común. En esos momentos todo se vende por dos pesos y el que los tiene se compra medio país.
La “matrix” nos está reventando. Está mutilando, deformando, enfermando, reventando a los que menos tienen. A los otros nos tienen con grilletes para que sigamos en la rueda del ratón produciendo, creando, trabajando, cumpliendo.


rafaelsabini@revistaelabasto.com.ar

Tomado de la Revista El Abasto, n° 92, octubre 2007